Dice un viejo villancico que «esta noche es Nochebuena y mañana Navidad» y cantar villancicos es una de nuestras tradiciones estos días en que celebramos el nacimiento de Jesús. Son canciones antiguas en el tiempo; su origen, al parecer, se remonta al siglo XV y fueron canciones profanas que, poco a poco, se transformaron en cantos religiosos y específicamente vinculados a la celebración de la Navidad. El diccionario de la Real Academia Española dice que el villancico es una canción popular, principalmente de tema religioso, que se canta en Navidad y en los días cercanos a esta fecha.
En Córdoba la tradición del villancico está muy arraigada. Góngora, una de las cumbres de la poesía barroca y racionero de la catedral de cordobesa, compuso numerosos villancicos.
Escribió varios para ser cantados en la Catedral, en 1615. Entre ellos uno, de gran lirismo, dedicado a la virgen María: «Caído se le ha un clavel/ hoy a la Aurora del seno:/ ¡que glorioso que está el heno/ porque ha caído sobre él». Los villancicos de Góngora recogen la tradición popular de estas composiciones, en forma de romances o letrillas en las que aparecen estribillos que se van repitiendo periódicamente. En ellos aparecen como protagonistas, además de Jesús, la Virgen o San José gentes propias de la Córdoba de la época, como era el caso de los negros, que eran muy abundantes como esclavos por aquellas fechas.
En la biblioteca de los canónigos de la Catedral se conserva un volumen titulado ‘Villancicos de Navidad’. Contiene cincuenta y cinco pliegos que fueron impresos en Córdoba a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Todos ellos están dedicados al nacimiento de Cristo, salvo uno que lo está a la Inmaculada Concepción. Sus autores fueron diferentes maestros de capilla, entre cuyas obligaciones estaba la de componer villancicos todos los años para que fueran cantados con motivo de la celebración de la Navidad. Entre esos maestros de capilla están Agustín de Contreras, que llena prácticamente (1706-1751) la primera mitad del siglo XVIII y Juan Manuel Gaitán y Arriaga (1752-1765). Acerca de la impresión de estos villancicos se han formulado diferentes teorías. Una señala que las hojas impresas eran repartidas por los monaguillos entre los asistentes de mayor relieve para que pudieran cantarlo en las misas de estas fechas. Otra sostiene que quienes se encargaban de repartirlos, mediante el cobro correspondiente, eran ciegos que se situaban a la entrada de la Catedral y se los ofrecían a los asistentes para que los entonasen a lo largo de la liturgia.
Esta de los villancicos es una hermosa tradición que hunde sus raíces en el tiempo y que se mantiene viva en una época en que la importación de modas, costumbres y celebraciones, que nos llegan de fuera —principalmente del ámbito anglosajón— están acabando con las costumbres que fuimos heredando de nuestros antepasados. No me resisto a concluir, al tiempo que deseo a quiénes me honran siguiendo esta columna, sin recordar una estrofa de ese villancico tan cordobés que nos dejó Ramón Medina: «Campanas las de la torre/ torre de la Catedral,/ qué bien repicáis a Gloria,/ qué bien repicáis a Paz,/ la noche de Noche Buena/ noche de la Navidad».
(Publicada en ABC Córdoba el viernes 24 de diciembre de 2021 en esta dirección)